Por Maite Alcón
Para la psicología profunda ir al desierto es una metáfora para señalar un tiempo de soledad y aislamiento donde se da espacio para la escucha de lo interno. Todos los grandes maestros han necesitado de este encuentro en la soledad antes de ofrecer su mensaje al mundo.
Para Jung las situaciones de crisis y sufrimiento pueden ser la puerta a un despertar de la conciencia y el comienzo de un camino de grandes transformaciones que dan un nuevo sentido a nuestra vida. “No hay mayor enfermedad que la de vivir sin sentido”, nos dirá. Entonces podemos decir que a pesar de la difícil coyuntura de salud y también socioeconómica derivada del coronavirus, tenemos la posibilidad de hacer de este período que atravesamo, una oportunidad de oro para comenzar y abrir la escucha de voces silenciadas hasta ahora, y de posibles nuevos planteamientos de cómo vivir nuestras vidas.
Sin embargo, es muy posible que para muchas personas este tiempo sea difícil, extraño y desconocido. La tipología introvertida es muy probable que se sienta más cómodo en este período que los extravertidos. Así, para muchos será motivo de ansiedad y desasosiego despertando las fantasías más temidas y catastrofistas. Sin embargo, el hecho de estar en casa confinados no quiere decir en absoluto que no estemos extravertidos hacia afuera todo el tiempo, perdiendo de esta forma la oportunidad de aprovechar lo que nos pueda aportar la “no acción” de este momento. Así que, pensemos que no es tanto el hecho físico de estar en casa lo que nos hace ir adentro, sino una ACTITUD y una INTENCIÓN. Necesitamos instalar la actitud de escucha y de silencio, para aprender a danzar con el vacío.
Quisiera en este escrito aportar algunas pistas para el camino hacia esa escucha interior y poder mirar con otros ojos la sintomatología que nos da el miedo ante lo desconocido cuando no hemos cultivado los recursos del mundo interior. Por la excepcionalidad del momento también cabría incluir aquí esa otra frase de Jung: “Cuando tienes miedo quedas petrificado y mueres antes de tiempo”.
Así que vamos a vivir, pero un vivir consciente. Conscientes de que el universo está vivo y se mueve constante en su ley de homeostática. De esta forma ahora tenemos una Tierra más limpia de humos y nuestra alma más calmada de la prisa.
Es un tiempo, en el que pueden dispararse las adicciones como el comer para distraer, el fumar, el sexo compulsivo, el trabajar todo el tiempo, el limpiar compulsivamente… todo para calmar la angustia. Pero sabemos que cuanto más huimos del miedo y de la ansiedad más crecen. Solo cuando los miramos y dialogamos con ellos comienzan a retirarse. ¿Cómo hacerlo?
Primero comienza combinando las tareas de «trabajo», sea tu trabajo profesional o de la casa , con actividades que puedan llevarte a la quietud y al descanso. Por ejemplo, tómate un tiempo y un espacio para mover el cuerpo libremente en una danza lenta y sentida, dejando que emerjan sentimientos, emociones o imágenes sin juicio por parte de la mente. Obsérvate frente a todo lo que surge. La danza y el movimiento nos devuelve al momento presente y nos habla de cómo nos sentimos. Cuando movemos el cuerpo movemos el alma y la mente comienza a calmarse de su chicharreo constante. Puedes expresar a través del cuerpo tu miedo o tu desesperación , dar espacio a tus emociones. Respirar. Ensanchar para dar aire. Observa qué hace tu mente cuando te mueves sin pelearte con ella.
También puedes observar tu ansiedad y escribir dándole voz. Hazle hablar. Píntala. Muévela. Cuando miramos al miedo a la cara se transforma en fuerza y coraje.
Hay lecturas que ayudan a la reflexión o a la curiosidad de temas que pueden enriquecerte. Lecturas que te llevan hacia tu profundidad.
Y es importante el equilibrio entre el tiempo hacia afuera en lo que son mirar la televisión, chatear, mirar whatsapps, hablar por teléfono, hablar y estar con tu familia y estas actividades más de quietud y silencio. Si no te das espacio para ti (decidir estar solo y en calma), es posible que termines agobiado y ansioso, aunque no salgas de casa y precisamente por eso.
Valorar lo sencillo, lo sutil y las pequeñas cosas. ¡Démonos cuenta de que algo tan minúsculo como un virus ha parado al mundo! Démonos cuenta del poder de lo que no se ve. Hay un mundo no visible a los ojos físicos que no por ello deja de actuar. Esto sirve para comprender el mundo interno del alma y, como decía el principito de A. Saint Exupery: “lo esencial es invisible a los ojos”. Hagamos un esfuerzo para ir a lo esencial, a lo que realmente importa y da sentido y significado a nuestra vida.
Valorar la compañía de los tuyos, valorar la charla con los amigos, mirar embelesado la salida o la puesta de sol, mirar las estrellas en la noche….
Es tiempo de soltar obligaciones y escuchar los deseos más profundos del ser. El exterior se ha parado y solo nos queda girar nuestros ojos hacia adentro, hacia lo que verdaderamente somos.
Os dejo un poema para la reflexión de A. de Mello, “Un minuto para el absurdo”:
Cuando estabas en el seno materno,
estabas en silencio.
Luego naciste y empezaste
a hablar, hablar y hablar….
hasta el día en el que te lleven a la tumba.
Entonces volverás a estar en silencio.
Trata de capturar ese silencio
que conociste en el seno materno,
que volverás a conocer en la tumba
y que incluso ahora subyace a este
ruidoso intervalo que llamamos “vida”,
porque ese silencio es tu más profunda esencia.
Anthony de Mello